Nadie duda que el impacto social de la inteligencia artificial (IA) va a ser enorme. Pero aún hay preguntas clave sin respuesta clara: ¿están las sociedades preparadas para lo que viene? ¿Qué medidas deberían tomar los dirigentes públicos para que la inteligencia artificial mejore la forma de vida del ser humano del siglo XXI?
Un reciente informe de The Economist Intelligence Unit (EIU) –una firma de consultoría nacida del prestigioso semanario británico– trata de responder a esas preguntas fijándose en cuatro de los sectores de actividad que más van a cambiar por el desarrollo de la inteligencia artificial: la industria, la sanidad, la energía y el transporte. Son actividades que ya permiten vislumbrar algunos de los retos de la aplicación generalizada de la inteligencia artificial. Por ejemplo, la destrucción de empleo en la industria, las dudas sobre la seguridad de los datos privados de los enfermos, la ciberseguridad de las redes eléctricas inteligentes y predictivas y las normas sobre accidentes de tráfico cuando estén involucrados coches autónomos.
El informe, que ha contado con la colaboración de Google, no baja al detalle para cada uno de estos sectores. Más bien da recomendaciones genéricas, desde un punto de vista político y social. Estas son las cinco más importantes:
1. Reconocer los riesgos sociales que implica la inteligencia artificial
El primer paso para solucionar un problema es reconocer que existe, y según EIU es innegable que la inteligencia artificial supone “un riesgo” para el futuro del empleo. Frente a esta realidad, no cabe “alentar la complacencia o la resignación”.
2. Explicar, educar y fomentar la transparencia
Pedir confianza ciega en los algoritmos es el mejor camino para la desinformación y las distorsiones sobre la inteligencia artificial, según el informe. “El mayor reto que afronta la IA es la posible falta de confianza en la tecnología por la ausencia de transparencia sobre cómo toman sus decisiones las máquinas”, dice Manuela Veloso, jefa del departamento de ‘machine learning’ de la Universidad Carnegie Mellon y uno de los catorce expertos mundiales entrevistados para el informe. Es necesario que los que protagonizan la revolución de la IA expliquen su trabajo y sus intenciones a la sociedad de la forma más sencilla posible. Tienen un gran poder, y eso conlleva una gran responsabilidad, dice EIU.
3. Adaptar la formación y la educación a la nueva sociedad de la inteligencia artificial
Se trata de trabajar en tres herramientas: la formación profesional, “que ahora está de capa caída en muchos países y deberá cobrar más importancia”, dice el informe; mantener el foco en las materias STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas por sus siglas en inglés) y no olvidar la importancia de las humanidades, cuya importancia crecerá “por el esperado aumento de la demanda de ‘soft skills’ como la construcción de equipos, la cooperación y el pensamiento crítico”. Todo ello, con una estrecha colaboración entre docentes, empresa y legisladores, más necesaria que nunca ante la continua evolución de las necesidades formativas.
4. Regular y mejorar el tratamiento de los datos
“El uso y abuso de los datos va a ser una de las cuestiones definitorias del siglo XXI”, dice categóricamente el informe, que pide la creación de regulaciones específicas que permitan el uso correcto de conjuntos de datos anónimos, respondiendo a las dudas actuales sobre ciberseguridad y privacidad. Pero atención: esas regulaciones no deben impedir la circulación de los datos más allá de las fronteras estatales.
5. Tender puentes y aumentar la comunicación
El informe asegura que hay muchas “brechas de entendimiento” respecto al desarrollo de la inteligencia artificial, pero probablemente la más importante sea la que separa a los expertos técnicos de las empresas y los dirigentes políticos. Para maximizar los potenciales beneficios del impacto económico y social de la inteligencia artificial, son necesarias políticas públicas que puedan mitigar sus efectos negativos, por ejemplo en el mercado laboral, sin limitar los positivos.
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